NO LO DIGAS, CÁLLATE. Fragmento
—Usted seguramente lo sabe, señor ministro, pero, está
bien. Dejémoslo ahí, pero entonces ayúdeme con otro tema que usted defiende a
los cuatro vientos. Por qué dice que acá no hubo genocidio. Soy ignorante en el
tema, pero tampoco soy de los que dicen, sí, o no, sin saber al respecto.
—Interesante, señor García. Demuestra usted ser una
persona con principios. Lamentablemente, la mayoría de gente en el país se deja
llevar por pasiones. Por la sed de venganza. Pero también se deja acarrear, por
ignorancia.
—Perdone, señor ministro, pero no podemos negar que
crímenes, asesinatos y masacres existieron, y horrendos, durante el conflicto.
—Por supuesto que no podemos negarlo, en absoluto, pero,
genocidio, no.
—Señores, disculpen mi intromisión, pero en todo caso
sería más soportable etimológicamente, que es de lo único que sé un poco, la
idea de genocidio contra los guatemaltecos, en general, que en contra de un
grupo o etnia en particular, pues recordemos que los muertos por el conflicto
se estiman en 200,000, y de ellos, 1,750, aproximadamente, fueron de la etnia
ixil, lo que no proporciona ninguna concordancia o solidez a la ponencia de
genocidio contra tal grupo.
—Hmmm, pero se dice que hubo una acometida feroz contra
tales pobladores. Toda una carnicería, mejor dicho.
—Sí, totalmente de acuerdo, pero no existe sustento de
que la idea o propósito fuese destruir o eliminar a una etnia en particular,
como reza literalmente el concepto de genocidio, sino a guatemaltecos y
extranjeros en general que, cuando se alzaron en armas o empezaron a proteger a
los armados, se tornaron en combatientes.
—Pero, esa gente no estaba armada. Incluso muchos eran
niños, ancianos y mujeres, hasta embarazadas. No había razón alguna para
asesinarlos. Eso ha sido totalmente atroz. Una masacre innegable.
—Totalmente de acuerdo. Y por ello son crímenes de guerra,
de lesa humanidad. Una carnicería, como usted dijo. Pero, ¿cree usted que si
los soldados encontraban a algún grupo de Tzutuiles o kachiqueles o chinos, en
franco apoyo a la guerrilla, los hubiera separado y salvado, y sólo hubieran
asesinado a los ixiles?
—No, no creo.
—Pues....
—Pero entonces, ¿cómo hacer justicia contra quienes
masacraron a tanto inocente?
—Ah, en ese caso, me disculpo, pues no soy abogado ni sé
mayor cosa del ámbito legal. Por ello anticipé, mi opinión obedece a factores
académicos, lingüísticos e idiomáticos, no al ámbito jurídico. Sin embargo, sé
que hay alguna ley de reconciliación y de amnistía que algo tendrá que ver con
el asunto, pero no es mi ámbito.
—Pero no pocas universidades del país respaldan la tesis
de que hubo genocidio. Y las tales sí que pertenecen al ámbito académico.
—La academia no deja de ser política cuando hay dinero de
por medio. Pero bien, mi opinión al respecto es totalmente personal. Es,
simplemente, mi manera de ver los hechos. Y por supuesto, no son del agrado de
la mayoría.
—Definitivamente, y hasta cuidado habrá que tener al
decirlo, pues no pocos han de ser los “intelectuales” que pueden incluso matar
por sed de venganza.
—Hmmm, hay varios: “intelectuales”, como usted los
encasilla con sus dedos, que no lo hacen por venganza sino por dinero. Sin
embargo, sí, esa sed de venganza ciega en algunos, o de dinero, en otros, es la
que los ha llevado a distorsionar el concepto y solicitar, aunque de manera
injusta y paradójica, incluso delinquiendo, justicia.
—Pero, ¿no está siendo usted muy riguroso en el contenido
de la letra?
—Sí. De hecho yo mismo lo pienso así. Pero el tema y su
trascendencia para el país no son para menos. No se está juzgando un caso de
trata de personas, que es delito, o de prostitución, que no lo es, pero que se
relacionan muy sutilmente o que están separados muy tenuemente, como también resultan
genocidio y crímenes de guerra o de lesa humanidad.
—Pues sí, pero, ya una juez dictó que si hubo genocidio.
—Con todo el respeto que la señora juez merece, el ser
abogado, tanto como ser juez o magistrado, no brinda certeza alguna de que no
se equivocarán. No están exentos a la mala práctica profesional, aunque en tal
caso, jurídica. De hecho, todo mundo estamos expuestos a equivocarnos. Pero en
el ámbito jurídico, siendo eminentemente social, la necesidad de una mayor
cultura general es imprescindible, tanto para condenar como para absolver
conforme a derecho.
—Bueno, el mismo presidente comete o dice a veces unas
tonteras que...
—No se lo diré cuando lo vea, don Eduardo, pero recuerde
que él es mi jefe.
—Jajaja, bueno, de hecho, usted mismo, señor ministro, se
ha equivocado varias veces.
—Ven. Y así como hay mala práctica médica, que la hay, y
abundante, pues también hay mala práctica jurídica. ¿Cuántos inocentes han de
estar presos por lo mismo, y cuantos culpables, libres, también por lo mismo? Y
si a ello agregamos el dinero bajo la manga, del narcotráfico, por ejemplo.
—Pero entonces, ¿a quién le creemos en el país?
—En el país, y fuera del país, pues el tema campanea
entre lo político y lo económico, señores. Tomemos en cuenta que algunos buscan
venganza; otros, paz, los menos; otros más, muchos, dinero, sin embargo, los
más interesados, algunos cuantos titiriteros ocultos, que para nada han sido
víctimas, buscan poder político.
—¿El asunto entonces no es sólo ver preso al general?
—Para la gran mayoría, sí. Para la pasional. La que
compra emociones. La misma de antes, que no se percata cómo otra vez son utilizados,
aunque ahora no como carne de cañón sino como víctimas sin derechos humanos,
pero al igual que antes, no para su beneficio y que finalmente obtengan dichos
derechos sino para el de esos pocos líderes ocultos del movimiento que buscan
poder político y económico.
—Pero, ¿acaso no son víctimas sin derechos humanos?
—Claro que sí, lo son, pero sólo los utilizan como tales.
—¡Ah la chingada! Perdón, pero no puedo ocultar mi
frustración. Yo he defendido que si hubo genocidio, pero con esto.
—Bueno, está lo del resarcimiento como un tema sucedáneo,
pues si hubiese habido genocidio, pues ni modo, hay que cumplir con lo que la
ley internacional ordena al respecto. El dilema principal, don Luis, es que
haya habido, o no, el tal genocidio. Sin embargo, para ampliar al respecto,
permítanme agregar que sería ignorancia de mi parte o evidente carencia de
conciencia negar la barbarie. De hecho, el informe REMHI, que más bien parece guion
de película de terror, pero totalmente avalado por diferentes instancias,
señala la existencia de cerca de 425 masacres por parte de las fuerzas armadas,
tanto en Alta y Baja Verapaz como en Quiche, Huehuetenango, San Marcos y
Chimaltenango, e incluso sabemos de los reductos guerrilleros que fueron
atacados con tanques, obuses y morteros dentro de la mismísima ciudad capital.
Pero ese mismo documento, avalado y aceptado por quienes pregonan la existencia
de genocidio en el país, a la vez deslegitima por completo la idea de genocidio
contra una etnia en particular, en este caso la ixil, dada la cantidad de
masacres y la amplia dispersión geográfica de las mismas que, señala, se dieron
en el territorio nacional. De tal suerte, señores, sí, hubo toda una violación
a la humanidad, sin duda, y merece castigo y justicia, pero, y este es el pero
importante, dentro del marco jurídico, pues de lo contrario estamos juzgando un
delito con otro delito, lo cual dista mucho del espíritu de la justicia. Así,
dado mi interés académico y lingüístico, y lo que he expuesto, no puedo bajar
la cabeza y decir sí a los “intelectuales” de izquierda que con tanta
emotividad, con tanta necesidad de venganza, o de dinero, se han dedicado a
pregonar la existencia de genocidio en el país, como tampoco podría decir, no,
sin antes haber leído y visto lo que he leído y visto para expresarles lo que
les he expresado. ¿Me doy a entender?
—Me sorprende, amigo. Usted debería ser periodista.
—Jajaja, esto es entre nosotros, señores. Si divulgo esta
opinión allá afuera, en ese ámbito de sed de venganza, dinero y poder que
sabemos existe, seguramente me ganaría muchísimos enemigos, por supuesto,
supuestamente “intelectuales”. Pero bueno, disculpen que haya intervenido, pero
la justicia sin pasiones es un tema que me apasiona. Señor ministro, señor
viceministro, don Eduardo, don Luis, mucho gusto. Tengan buen día. Debo
retirarme. Con permiso.
—Buenas tardes, señor. Gracias.
—A ustedes, gracias. Buen día.
Una vez el desconocido sale de lo que evidentemente no es
un despacho ministerial protocolario y ha cerrado la puerta tras de sí, los
cuatro nos quedamos viendo nuestras caras, enjutas y cansadas, aunque con
cierto arqueo inusual de nuestras cejas.
—Ve pues, nunca había escuchado a éste decir tales cosas.
—Yo tampoco, señor Ministro. Pero muy acertado.
—Pues sí, honestamente, sí.
—Y ¿quién es él?
—Uno de nuestros asesores “intelectuales”, jajaja, pero
no puedo revelarles su identidad. Ustedes comprenden. Pero bueno, tengo varios
pendientes, así que, don Eduardo, creo que hemos finalizado. De cualquier
manera, tiene usted ahora nuestros números telefónicos, y cualquier sospecha,
cualquier cosa que le despierte suspicacias, por favor, no dude en comunicarse.
Estamos para servirle. –Dice el ministro en tanto se pone de píe y extiende la
mano a los visitantes.
—Muchas gracias, señor ministro. Entonces, ¿retomo mi
vida con tranquilidad?
—Totalmente. Este Gaitán
no sabe ni por asomo qué sucedió. Y las pruebas, de acuerdo con...
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