Cuando finalmente aquella reunión de astros terminó, el Sol estaba totalmente decidido a emprender temprano del siguiente día la búsqueda de una sombra. ¡Me levantaré muy temprano e iré en pos de alguna de ellas! —se decía a sí mismo mientras, en realidad fastidiado, se dirigía a su espacio. Y es que durante aquella reunión, entre tazas de café, té, mate y champurradas, la conversación que los planetas sostuvieron con sus satélites y el astro rey, inesperadamente había girado hacia el tema de las sutiles sombras. ¡Claro! —habría reclamado quejosamente la Luna — ya que tú, Tierra, te colocas frente al Sol a cada poco, pues ni modo, todos los días tengo que soportar tu enooorme y oscuuura sombra sobre mí! ¡De ninguna manera! —protestó la Tierra — ¡tú eres quien siempre anda rondándome para ver qué me sacas, y de paso, también me echas encima toooda tu sombra! ¡Ah!, ¿y qué dicen de mí? —interrumpió Plutón, también en tono molesto — Todos ustedes siempre están poniéndose f...