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Mostrando entradas de junio, 2015

El último cuento

El momento adecuado se ha dado justo en el instante menos esperado. Largo trecho la idea recorrió mi mente de ida y vuelta, pero nunca pensé encontrarla así, tan inesperadamente. Lo había planeado una y mil veces durante largas noches de congoja, por lo que sabía tanto que tenía que suceder, como cómo tenía que suceder. Y todo ello no se parece en nada a lo que en este instante vivo. A lo que en este instante vivo y, decididamente, tengo que hacer. Debo enfatizar sin embargo, como creo haberlo dicho ya, que este momento no es en absoluto producto de la casualidad sino simplemente de la causalidad. No haría lo que tengo que hacer si antes no hubiera obtenido el arma para hacerlo. Y aunque no la obtuve con la intención,  está aquí. Frente a mí. Fría, pesada, indiferente. No sin cierto temor paso las yemas de mis dedos sobre ella, y la siento fría, muerta, indiferente. Pétrea. Soy yo quien le dará vida en algún instante próximo. Soy yo quien entre los ...

Es ella...

Las rosas, los soles, los pájaros, aquellas aves que tantas veces cantaron a los tibios rayos del sol cuando escurridizos asomaban desde entre las frondosas copas de los árboles, yacen ahora muertos sobre el suelo, esparcidos, y a su lado, una esperanza. Una esperanza verde y cientos, miles de hojas que se secan ante la indiferencia de la vida, que egoísta, sigue su rumbo sin voltear a ver siquiera. El cuerpo incólume, recto; reacio al vendaval, parece soportar estoico el peso de su alma abrumada que se despedaza a jirones negros, oscuros, pestilentes, en tanto deja al desnudo todo un vacío lleno de congoja, de dolor, de sufrimiento. La vida sigue. Sin voltear a ver. Sin inmutarse siquiera. El alma finalmente clama, implora, pero tarde es ya, la vida se va, y con ella, la ilusión. Solo ha quedado la esperanza, muerta, al lado de lo que algún día fue un alma, y ahora es solo rastrojos. Rastrojos de alma que languidecen entre las paredes de una tumba que la vida cinc...