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Colorín Colorado!!!

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Y colorín colorado, este cuento de los cien cuentos ha acabado. Y aunque reconozco no todos son cuentos, una vez muchos son narrativas, otros, cuentos cortos, oraciones incluso algunos o capítulos de alguna noveleta otros, tal el caso de El Tren es una Fiesta, en sus capítulos I y II, todos son producto de mi imaginación.  Ninguno de los tres niños en el tren existió, como tampoco la taberna de medio cerro, Emperador, Rebk o el colibrí de Antigua, entre otros más de cien personajes creados con los que me he deleitado y entretenido durante el periplo en mi mente, en mi imaginación.  Imaginación misma a la que después de seis décadas avanzadas sin conocer el lado oscuro del humano al pie de la escalera tuve que recurrir de emergencia para evadir precisamente esa faceta oscura suya del humano incompleto. Del ladrón, del usurpador, del hijueputa aprovechado; a la vez que de ese otro lado de incompetencia, ignorancia y carencia de profesionalismo de algún güizache de quinto patio e...

El Tren es una Fiesta: capítulo II

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CAPITÚLO II Luego de transitar a lo largo de muchas calles desoladas y frías, apenas alumbrando el sol y sin más autos que el camión en que íbamos, llegamos a la estación central del tren. Era las siete menos cuarto de la mañana. Y aunque el sol se esforzaba por iluminar, una perenne llovizna que caía de un cielo marmóreo daba un toque gris y frío a la mañana, contrastando de sobremanera con mi corazón, que irradiaba ilusión, luces, colores y felicidad. ¡Alegría total! Papá vestía su pantalón caqui de viaje, que era el mejor que tenía, y camisa blanca de manga corta y sombrero. Aunque también llevaba saco, se lo había quitado y lo llevaba colgando sobre su hombro. Se había rasurado la noche anterior. Mamá iba linda. Con un vestido de ligero algodón, decían ellos, y que papá le regaló para su cumpleaños. Era blanco con muchas florecitas color mandarina y sus hojas verdes. Le llegaba debajo de las rodillas. Pero ella sentía frío aún, como yo, por lo que no se había quitado su sweater...

Melancolía!!!

Abrazos en el alma para toda esa gente que vive el adiós de los seres queridos; pero también, y doble, para los otros, los que se van.  Sí, para esa gente que de a poco se nos va, se nos escurre entre risas y llantos, se nos escapa entre alegrias y tristezas, entre olvido y alzheimer; entre miradas y preguntas que quisieramos no ver ni escuchar jamás, entre palabras que hieren y heridas mudas, entre demencia senil que apaga luces y baja el telón de esta obra de teatro llamada vida, cuando de comedia pasa a tragedia.  Y a ti, con tu cabecita de rayos de plata y sonrisa de niña que ya no me viste, un abrazo hasta el cielo. 

Otro final!!!

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Esto es extraño. Recuerdo haber estado sentado a la orilla de la fuente, en el jardín, en casa. Escuchaba el trino de la aves y el ulular del viento que a su antojo mecía las rosas y las flores de pascua. Sin embargo, luego, no supe más; solo aquella blanca y brillante luz que veía hasta allá, al lejano fondo de aquel pasillo, el cual finalmente recorrí en todo su largo para finalmente llegar a su final.  Ahora estoy acá, en una amplia sala llena de blanca luz; tiene un penetrante aroma a limpieza, a nuevo. Una mezcla entre cloro, amoníaco y plástico. Todo está reluciente. Pero de manera extraña no hay nadie y tampoco hay más que una mesa cuadrada al centro. No muy alta, quizás 40 centímetros desde el suelo. Sin sillas ni adornos ni ventanas.  Sin embargo, escucho algunos sonidos, aunque meramente mecánicos. Como que alguien trapea o barre, quizá jala alguna gaveta. No sé, no logro identificarlo con precisión. Un redondo reloj verde grande, muy grande, es lo único que cuelga d...

Ella y él!

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Luego de cerca de 50 años, tuvo que abandonarla.  A pesar que tan solo la necesitó durante el último, los 49 anteriores fueron un idilio de aventura, de risas y sonrisas, de amigos y de fiesta, aunque también de dolor. Juntos siempre. Sí, siempre juntos. Salvo en sus esporádicos viajes afuera del país o en sus odiseas entre la selva petenera, a donde nunca la llevaba consigo, aunque fortuitamente coincidieran allá o acá, tanto en la maravillosa cúpula del saber que a pesar de tanto no puede prestar lo que natura niega, cuando acompañaba del brazo a la formación y el desarrollo de la humanidad, o acá, cuando pisaba miles de pisadas borradas en búsqueda de lo desconocido. Han sido por lo demás casi 49 años de vida con ella de la mano o del brazo. Sin embargo, luego de tanto, llega el momento de tan poco, y de decirse adiós. Él reconoce, ella lo utilizó, y hoy, cuando sus despojos y sus rastrojos empiezan a sentir que la vida se le va, cuando la muerte misma empieza a vibrar silente y...

Sotana al viento!!!

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Chepe lo soñó por mucho tiempo, sin embargo, aunque yo escriba algo de cuento y mucho de narrativa, ese sueño de Chepe me obliga a, en vez de escribirles otro cuento, contarles el sueño de Chepe. Según él mismo me confesó, el asunto era más o menos así. A pesar de que sus amigos apoyaban más la idea de hacerse pasar por pastor, por asuntos meramente pisteros, Chepe se decantaba por imaginarse siendo cura. Padre de iglesia. Pero no cualquier cura o padre sino uno de aquellos bonachones y carismáticos, reconocidos por su humildad y sus votos de pobreza, sin decir en momento alguno que Chepe así lo fuera, sino simplemente se soñaba siendo mejor persona. De tal suerte, su anhelo ha venido siendo vestir amplia, hermosa y bien planchada sotana holgada, color café, con sendos cordones atados a la cintura, capuchón o gorro y sandalias de cuero, sin calcetines, como era apenas 40 años atrás, aunque con estos fríos, brr, brr, brrr, ¡Qué frio! Pero bueno, es asunto de Chepe.  El punto central...

Ocaso previo!

El ocaso finalmente se impuso al sol, obligándolo a esconderse entre las negras y grises nubes que el gélido viento había arrastrado desde allá, desde los confines del infierno, y lo congeló.   Y así vivimos. A oscuras y fríos.  Muertos.