_Chiles rellenos, huevos duros, gallina, pacayas envueltas ¿qué va a querer don? Seño, ¿le dejo su pollo frito? Tortillas con chorizo, con longaniza..._ El pregón de la aventura culinaria en la estación del tren, en Cocales, era amplio y diverso, tanto como urgente, pues a pesar que en la estación previa, en Escuintla, el osado menú era similar, en ese momento no tronaban aún las tripas como ahora, en esta estación, una hora después. La señora, de amplias dimensiones, con el enorme canasto a la cabeza, uno más en el brazo derecho y el recipiente con fresco de piña en el izquierdo, se bamboleaba en el corredor central del vagón tal si el tren estuviera en marcha. Claro, cuando la demanda excedía, asomaba su cabeza a la ventana y gritaba: nena, chiles, chiles. Y de inmediato la nena se asomaba a la ventana entregando el inventario necesario. De igual manera, las nesbits, las arcicolas y las delaware, las ofrecía el don que caminaba de ida y vuelta al lado de los vagones....
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