El Tren es una Fiesta: capítulo II
CAPITÚLO II Luego de transitar a lo largo de muchas calles desoladas y frías, apenas alumbrando el sol y sin más autos que el camión en que íbamos, llegamos a la estación central del tren. Era las siete menos cuarto de la mañana. Y aunque el sol se esforzaba por iluminar, una perenne llovizna que caía de un cielo marmóreo daba un toque gris y frío a la mañana, contrastando de sobremanera con mi corazón, que irradiaba ilusión, luces, colores y felicidad. ¡Alegría total! Papá vestía su pantalón caqui de viaje, que era el mejor que tenía, y camisa blanca de manga corta y sombrero. Aunque también llevaba saco, se lo había quitado y lo llevaba colgando sobre su hombro. Se había rasurado la noche anterior. Mamá iba linda. Con un vestido de ligero algodón, decían ellos, y que papá le regaló para su cumpleaños. Era blanco con muchas florecitas color mandarina y sus hojas verdes. Le llegaba debajo de las rodillas. Pero ella sentía frío aún, como yo, por lo que no se había quitado su sweater...

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