viernes, 20 de marzo de 2015

Escribir sin escribir

Escribir sin escribir
La ilusión por alzarme vencedor en aquel concurso literario me llevó a leer innumerables autores, ya que a decir de algunas personas, ello me aseguraría el triunfo.
Intenté escribir como había leído a Borges, sin embargo, cuando e
mpecé a recorrer las gradas subiendo hacia abajo, en dirección al soleado sótano, me percaté que no había escaleras. Y ello me obligó, de inmediato, a abandonar aquel estilo.
Probé entonces escribir como leí a Asturias, sin embargo, de igual manera, cuando intenté recorrer las gradas subiendo hacia abajo, en dirección al soleado sótano, me percaté que no había escaleras. Y también me vi preciso de abandonar ese estilo.
Dado mi afán por la gloria, recurrí entonces al estilo de Rulfo, pero para mi mala fortuna, también, cuando empecé a recorrer las gradas subiendo hacia abajo, en dirección al soleado sótano, me percaté que no había escaleras. ¡Uff! ¡cuán difícil me resultó tener que abandonar ese tercer estilo!
¡Bueno! — me dije entonces— pondré a prueba este método tan sólo una vez más.
García me pareció entonces el indicado. Y su obra me resultó preciosa. Linda. La leí una y cien veces, de pe a pa.
Finalmente, quienes leían mis escritos, me aclamaban efusivamente y decían—¡Pero si escribís igual que García! ¡Bravo! ¡Bravísimo! ¡Sos un genio!
Ante tal entusiasmo y apoyo, decidí no participar en aquel concurso, pues comprendí que aún no escribía como anhelaba escribir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario