CAPÍTULO I Ese 15 de septiembre papá me despertó y sacó de la cama temprano, como a las seis y media de la mañana, diciéndome me apurara y bañara rápido, pues aún teníamos que desayunar y luego salir corriendo para llegar a tiempo para ver el desfile, allá, en el parque. Ya era tarde, decía él, pero yo pensaba en silencio que no era mi culpa, pues ellos, pá y má, eran quienes se habían levantado tarde. Sí, la noche anterior él había dicho que saldríamos de casa temprano, antes de las 7, tanto para llegar a tiempo de ver desde su inicio el desfile como para evitar que más tarde nos lloviera, como solía suceder en esos días. Pronto, él me dijo que ya no me bañara pues era tarde y que me vistiera a la carrera con la mudada que mamá me había dejado en la mesita al lado de la cama. Lo más importante, la camisa anaranjada, que no me gustaba para nada pues raspaba todavía por nueva, y la chumpa roja. Él se puso su camisa elegante, la blanca de cuello que usaba para ir a su ...
_Chiles rellenos, huevos duros, gallina, pacayas envueltas ¿qué va a querer don? Seño, ¿le dejo su pollo frito? Tortillas con chorizo, con longaniza..._ El pregón de la aventura culinaria en la estación del tren, en Cocales, era amplio y diverso, tanto como urgente, pues a pesar que en la estación previa, en Escuintla, el osado menú era similar, en ese momento no tronaban aún las tripas como ahora, en esta estación, una hora después. La señora, de amplias dimensiones, con el enorme canasto a la cabeza, uno más en el brazo derecho y el recipiente con fresco de piña en el izquierdo, se bamboleaba en el corredor central del vagón tal si el tren estuviera en marcha. Claro, cuando la demanda excedía, asomaba su cabeza a la ventana y gritaba: nena, chiles, chiles. Y de inmediato la nena se asomaba a la ventana entregando el inventario necesario. De igual manera, las nesbits, las arcicolas y las delaware, las ofrecía el don que caminaba de ida y vuelta al lado de los vagones....
🅒 COPYRIGHT 2024 José Luis Elgueta Jegerlehner guichodeguatemala@gmail.com TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS La corporación municipal del pueblo había decidido hacer un nuevo edificio para albergar el mercado. De tal suerte, no habiendo otro lugar para la transición, ubicó a los marchantes en fin de semana, días de mercado, a lo largo de 600 metros de la calle principal. Claro, con poco orden y muchas carencias, los vecinos residentes a lo largo quedamos atrapados en ese laberinto de enormes canastos de rojos tomates, moradas remolachas; verdes apios, cilantros y epazotes; anaranjadas zanahorias; blancas cebollas, coloridos granos de frijol, gritos de: a 20 la mano! Lleve, aproveche! ¡Seño, a 15 la docena! Un laberinto de vida donde transeúntes, vecinos y paisanos nos encontrábamos, nos saludábamos, nos abrazábamos y conversábamos. Un laberinto donde recuperábamos la vida! Aromas a verdura fresca, a mandarinas, a chorizos colorados, revolcado sobre leña ardiendo y h...
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