El Mercado del pueblo

🅒 COPYRIGHT 2024
José Luis Elgueta Jegerlehner
guichodeguatemala@gmail.com
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

La corporación municipal del pueblo había decidido hacer un nuevo edificio para albergar el mercado. De tal suerte, no habiendo otro lugar para la transición, ubicó a los marchantes en fin de semana, días de mercado, a lo largo de 600 metros de la calle principal. 

Claro, con poco orden y muchas carencias, los vecinos residentes a lo largo quedamos atrapados en ese laberinto de enormes canastos de rojos tomates, moradas remolachas;  verdes apios, cilantros y epazotes; anaranjadas zanahorias; blancas cebollas, coloridos granos de frijol, gritos de: a 20 la mano! Lleve, aproveche! ¡Seño, a 15 la docena!

Un laberinto de vida donde transeúntes, vecinos y paisanos nos encontrábamos, nos saludábamos, nos abrazábamos y conversábamos. Un laberinto donde recuperábamos la vida!  

Aromas a verdura fresca, a mandarinas, a chorizos colorados, revolcado sobre leña ardiendo y humo, incienso, eucalipto y copal, así como corozos, todos los cuales componían, al unísono, aquella sinfonía que con paciencia y armonía se elevaba hacia el despejado y brillante cielo celeste para cubrir al pueblo con el festín, aunque en cuestión de minutos obligara a salir corriendo y refugiarse con la multitud bajo las endebles carpas de nylon, en cobijo de la feroz lluvia que durante cerca de una hora atormentaría el lugar, para luego desaparecer de la misma manera, y poner nuevamente al mando al sol, el cual, habiendo lavado la calle y arrancando de ella sendos remolinos de vapor, exigía como ofrenda continuar el día de mercado. 

¡Lleva tu papa... a 2 la libra. Los elotes, a 1.50 la mano!*


*Precios del recuerdo.

 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El Tren es una fiesta: capítulo I

COCALES... TÚUU, TUU, TUU