Sinfonía culinaria
José Luis Elgueta Jegerlehner
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La manera como preparaba los frijoles para el desayuno era poesía culinaria pura, de muy alto nivel. Digna solo de los dioses del buen comer.
Diminuta y vivaracha, envuelta con su gabacha de cocina, se tomaba el tiempo, a la vez que un café, para freir en la sarten la cebolla picada al punto exacto en que tocaba agregar los ajos. En tiempo eran cerca de 4 sorbos de café, una sonrisa, 2 besos y el fiiu fiuu fiii fuu que solía silbar cuando no daba sorbos al café, no sonreíamos y no nos besábamos.
El dorado de la fritura, que con gran acuciosidad y experiencia controlaba observando el palpitar del aceite, impidiéndole en todo momento llegar a algún frenesí, le dictaba el momento cúspide para añadir los frijoles que previo me había pedido yo licuara.
En todo caso, la sinfonía de aromas en la cocina era la que ella componía con su magia culinaria. Aunque su alegría y su dulzura, su vivarachez, eran ingredientes por demás importantes. Amén que los granos del café que tomábamos, recién los tostamos 20 minutos atrás. La cocina se inundaba de aromas.
Yo solo me encargaba de batir y freir los huevos así como de calentar las tortillas. El queso lo habíamos hecho la noche previa.
Buen provecho!
Agradecido. Muy agradecido con su lectura.
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