jueves, 7 de febrero de 2013

Palabras del autor: 3ra parte y final

Paradójica expresión la de la estrella, ya que en ¿Qué puedo hacer por ti? pregono acerca de la importancia de nuestra relación horizontal con otros seres humanos como la única manera de salvarnos de la debacle que estando solos, aislados, inevitablemente construimos para sí mismos.

¿Estaré entonces construyendo mi propia debacle al no someter mis libros a crítica previa de editorial alguna? No. Para nada. Son, en todo caso, amigo lector, su lectura y su crítica el hálito que necesito. Usted es quien decide si éste brilla y va más allá o, cual cálido cirio, se extingue y desaparece.

Es usted, con sus emociones y sus raciocinios, con sus ideales y sus motivos, pero principalmente, carente por completo de interés en mí o en negocio alguno, quien de verdad puede emitir verdadera critica sobre estas elucubraciones que oso exponerle.

Además, he de confesar también que sí, en alguna oportunidad, varios años atrás, contacté por correo electrónico con un editor. Le comenté que había alcanzado el Premio Único de Cuento de la Fundación Myrna Mack, en 2004, y de mi pasión por escribir. Lacónicamente, contesto que le enviara muestras de mis escritos. Luego de hacerlo, no sino hasta años después, en una reunión de su gremio, supe nuevamente de él. Pero al verlo, y más al estrechar su mano, percibí una petulante arrogancia que con creces superaba la mía, por lo que inmediatamente me retiré. Al poco tiempo supe nuevamente de él: libraba una batalla judicial por algún problema de derechos de autor. Afortunadamente, nunca más he vuelto a saber de él.

Por la misma línea, otro ilustre personaje que entiendo es leído y escrito, como se decía antaño allá en mi pueblo, y poseedor de cierto abolengo dentro del círculo, también entiendo, opinó a través de un prestigioso diario, entiendo también, que en Guatemala había de todo, incluso quienes escribían babosadas.

¡Babosadas! ¿Será eso lo que escribo? Me pregunté entonces. Y sí, también concluí que muchos de los que escribimos, escribimos babosadas. Babosadas refrescantes algunas, poco refrescantes otras, pero al fin de cuentas, babosadas. Hasta el más encumbrado habrá aceptado alguna vez que ha escrito babosadas alguna vez. Y si no, que lo diga el Nóbel defensor de la tauromaquia.

Para finalizar, mi propósito es en todo caso que usted se distraiga. Se entretenga. Que comparta conmigo los viajes que mi imaginación pare. Palabras rebuscadas y una redacción propia de las escuelas parisinas, madrileñas o bonaerenses no encontrará en mis escritos, pues tengo mis raíces en lo que la educación primaria en la escuela pública José Martí, de allá, en El Tumbador, San Marcos, cinceló en mí durante mi infancia. Ni por asomo he estado en París, Madrid o Buenos Aires en actividad alguna relacionada con la literatura o mi simple escritura.

Así pues, babosadas o no, pero con un lenguaje que procuro sea simple y claro, le invito a abrir esa puerta y que me acompañe en las siguientes páginas a recorrer algunos cuantos rincones del Universo.

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