Cerrando el día!!!
La parada del autobús se encontraba completamente anegada de gente, excediendo por mucho su capacidad, al extremo que había gente incluso cerca de media cuadra en su rededor. Cuando vimos venir y llegar el bus, de nada sirvió, pues este llegaba atestado de gente. Apenas doce o quince personas se bajaron y veinte o veintidós se subieron, apretujándose como sardinas con los demás. Un alivio flotó en el aire cuando vimos venir y llegar otro autobús; sin embargo, de igual manera, lleno, al extremo que no todos los que pretendían bajar bajaron, pues les fue imposible abrirse paso, y cuando las puertas se cerraron, irremediablemente se fueron hasta la próxima distante parada.
La lluvia se dejaba sentir cercana, y eso complicaba más el final del día, pues gran parte de la gente, la mayoría, no estaba bajo techo.
El tránsito circundante a la parada, de todo tipo de autos en las calles y las avenidas, estaba totalmente colapsado. No se movían ni una pulgada, en ninguna dirección. El estridente chillo de las bocinas y cláxones, gritos de conductores e inminente lluvia que se asomaba así como el ocaso del sol pintaban una tragedia en breve. Una dantesca escena del futuro al que al fin, aunque con retraso seguramente, llegábamos.
El ulular de sirenas a la distancia y la paulatina encendida de las lámparas en los postes a orilla de calle inauguraban la noche, y media ciudad se encontraba aún a horas de casa, aunque a no más de siete o diez kilómetros, por lo que muchos iban ya caminando.
La lluvia finalmente se hizo presente, desbordando con sus frías gotas los más bajos instintos, y de a poco la gente se convirtió en masa y luego en horda, donde aquellos bajos instintos alcanzaron su apoteosis.
Los gritos de auxilio, no me toque, quite la mano de ahí, te voy a romper la madre, me pela la ver..., mirá ese viejo shuco cómo se le pega a la niña, ah policias huevones no sirven para nada y demás muestras de amistad y cariño espabilaron a los más nuevos en ese trance, aunque la mayoría, conocedora de la cultura, poco se inmutó.
Tres horas después, aquella parada era un elegante mausoleo vacío y mudo que vigilaba la noche. Y la gente, finalmente en sus casas, revisaba entre sus bolsas, cajas y demás, no haber dejado tiradas sus esperanzas, indispensables para el próximo día.
Un agradable relato cotidiano. GRACIAS
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