Mi hogar!!!
¡Ah!... ¡la cocina!
No concibo otro espacio más agradable dentro del hogar que ese pequeño o enorme cuarto, elegante o humilde, amueblada o casi sin los mismos, esa habitación es aquella en la que nunca encontraremos un par de calcetines apestosos, una toalla húmeda mal oliente o una camisa por el suelo. No. Jamás.
Ahí, en esa habitación sagrada, el sol, la alegría y la esperanza de un buen fruto son los principales ingredientes para toda receta.
En ella se dan cita los más exquisitos aromas de la naturaleza, y entremezclándose, danzan al unísono para brindarnos ese delicado deleite existencial que despierta nuestros sentidos y enaltece el alma. Nos maravilla y entusiasma.
Por allá, las hojas de laurel; por acá, el tomillo; entre el frasco, las pimientas gordas; sobre la pared, colgada en un clavo, la trenza de cabezas de ajos; entre el recipiente, la fresca pieza de ternera, y a su lado, una botella de vino blanco para aderezar. Y qué decir de las cebollas, los cebollines y la hierbabuena. Y del cilantro, el vinagre y el zumo del limón fresco recién exprimido.
Por supuesto, la miel con sus especias y los granos de café oro entre el frasco preparados para tostarse suavemente al alba y dar inicio así a esa sinfonía de aromas por la mañana, acompañada por el trino de los pájaros picoteando las flores, afuera, cerca de la ventana.
No puede faltar, claro, el aceite de oliva, los trozos de mozarella y los jamones ahumados, como tampoco los frijoles negros cocinándose lentamente en la olla de barro ni la planta de chiltepes en la ventana ni el cuajo de leche haciéndose queso en el lienzo de fina malla que goteando el suero cuelga del aparador. Todos, en armonía con las tortillas de maíz que se soplan y abomban sobre el comal, para luego darle cobijo a tan fantásticos sabores y llevarlos, todos juntos, a nuestras papilas.
¡Ah!... ¡la cocina! Mi verdadero hogar.
Que belleza me encanto y cierto en la cocina se crea magia con exquisitos,aromss y sabores. GRACIAS POR TAN LINDO RELATO
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