Los amigos!!!
—Señorita, me sirve una caña, por favor. Espero a unos amigos —
—Claro que sí, ahora mismo —
No está mal el lugar. Se ve limpio y tranquilo. Ojalá no de pronto se convierta en un antro de borrachos hostiles, aunque por la música y la decoración no lo creo. Se siente agradable, hasta como con un poco de paz. Sí, ha sido buena idea reunirnos aquí. Ojalá aquellos vengan pronto. Quedamos a las siete y son ya las y cinco, me tomaré esta caña y, si no vienen en quince minutos, me voy. Ah, ahí viene Antonio. Qué bueno.
—Ey Antonio, amigo, por acá —Caramba, cómo ha cambiado este jodido. Está un poco más gordo. Seguro le ha de ir muy bien. Y qué bien vestido viene. —Gran amigo, que gusto verlo de nuevo. Qué chumpaza la que se anda cargando, usted —Ya quisiera yo tener una chaqueta de cuero como esa. Café y con elástico a la cintura, cabal como la quiero. ¿En dónde la compraría?
—Igualmente Nicanor, cómo has estado. Teníamos tiempo de no vernos. Y Pepe, ¿no ha venido? —Ojalá aquel venga pronto, pues con él es con quien me interesa hablar. Pobre Nicanor, pero nunca ha sido un amigo así como que qué gran gusto verlo o compartir con él. Además, mi interés es hablarle a Pepe para pedirle una mano, aprovechando que está con el gobierno. Seguro que podrá ayudarme.
—No mi amigo, no ha venido, pero ya no tardará. Acuérdese que ahora es un hombre muy ocupado con eso del ministerio y demás ocupaciones de la presidencia y no sé qué más. Pero bueno ¿qué va a tomar?
—Señor, ¿qué le servimos? —Hmmm, qué guapo. Qué ojos tan bellos.
Pero qué chica tan linda Y qué sonrisa tan angelical. Lástima que hoy ando de prisa, pero volveré otro día, y solo. A ver qué me sale. —Señorita, un whiskey, con agua pura y dos cubos de hielo, por favor —
—Claro que sí, en un momento se lo traigo —Seguro notó que me he puesto nerviosa, más con esa sonrisa tan masculina que tiene. Y sus ojos. ¡Qué ojos Dios mío!
—Y entonces Nicanor, ¿cómo has estado? — ¿Y Pepe? Ya son las y cuarto. ¿Vendrá?
—Pues bien, gracias, mi amigo, ya sabe, trabajando en la ferretería y de vez en cuando dándonos una vuelta por la playa o a la capital con Teresa y los niños y pues bueno, por lo demás, bien en general. Y usted, ¿cómo ha estado? ¿Qué tal su señora? Gabriela, ¿verdad?
—Sí, Gabriela. Pues bien también, gracias. Siempre en las vueltas de los pequeños. Acabamos de tener nuestro segundo niño, después de tres años, y entonces ahora otra vez con pañales, biberones y todos esos asuntos.
Una sombra atravesando el umbral de la puerta de entrada al bar hace a Antonio voltear para cerciorarse de que sea Pepe. Para su frustración, aquél aún no llega. Me urge hablar con él. Ojalá no tarde.
—¡Ah la... qué alegría mi amigo! Los bebés siempre son una bendición. Además se dice que traen su pan bajo el brazo, ¿recuerda a doña Luisa y sus famosos dichos?
—Pues sí, claro, la recuerdo. Y eso del pan bajo el brazo ha de ser cierto, aunque también lo es que solamente les alcanza para el primer día, pues cómo comen, ¿verdad?
—Ah, por supuesto que sí. Nosotros nos hemos quedado solamente con los dos, Santiago y Lorenita, pues la vida no da para más.
—Sí, Tono. Con Gabriela estábamos recordando la vez pasada el bautizo de su chiquita. Qué contentos estuvimos. Algo así queremos hacer ahora para el de Armandito. Sólo los de la foto.
—Sí mi amigo, la pasamos muy bien. Y eso que llegó mi suegra. Si quiere, también la invito para el bautizo de Armandito. Así le sale bastante igual. Jajaja.
Las risas, que aunque no llegaban a carcajadas, relajaron a estos dos viejos compañeros de escuela que nuevamente se reunían, como procuraban hacerlo cuando menos una vez al año, solamente para hablar las mismas trivialidades de todos los años, salvo alguna que otra nueva reciente.
Entre las mismas se encontraban las anécdotas del viaje al lago cuando estudiantes, el chiste nauseabundo que narró una de las compañeras de entonces, la vez cuando Pepe se emborrachó al extremo que se quedó dormido en la banca y en fin, año con año, recordar con entusiasmo aquellas mismas añejas vivencias. Recordar es volver a vivir, sentenció en alguna ocasión doña Luisa, y eso, a pesar de su juventud, ellos bien lo sabían ya.
—Su whiskey con agua y dos cubos de hielo— Interrumpió quedamente la chica del bar. Pensando que ojalá aquel notara que se ha arreglado el cabello y los ojos, y se abrió poco más el escote de la blusa.
—Muchas gracias, eh. Y, señorita, disculpe, ¿usted trabaja todos los días aquí?— Qué linda esta mujer. ¿De dónde será?
—De nada. Y sí, trabajo de lunes a sábado; solamente domingos no estoy— Tiene que preguntarme a qué hora salgo. Yo no se lo diré así por así. Ya me lo va a preguntar.
—¿Y a qué hora termina su jornada?
—Pues depende de qué tanta gente tengamos, pero casi siempre cerramos a las doce.
—Ah, qué bueno saberlo. Vendré solo una de estas noches y, si acepta, conversamos a solas. Sin molestas compañías — dice sonriente Antonio en tanto voltea a ver a Nicanor.
Éste sí que siempre ha sido enamorado y medio. No sé cómo es que su mujer nunca lo ha cachado. Y yo, una vez medio me arriesgué, y casi se me cae el mundo. Ah suerte, por Dios.
—¿Qué pasó mis viejos amigos? — interrumpe de pronto una voz alegre y ronca. De mucha presencia.
No podía ser otro. Pepe no ha cambiado, siempre con su estilo fanfarrón y de hombre de mundo. Muy seguro de sí mismo y, además, politiquero como él solo. Seguro ya va a saludar a la chica también.
—Hola dulzura, y usted que está haciendo aquí. Usted debería estar en el firmamento luciendo todo su esplendor.
Ah qué cabrón éste. Me va a ganar a la chica.
Oh, este tío si que está mejor. Y qué galante y atrevido y osado es.
Par de cabrones estos, siempre han sido buenos para conquistar mujeres. Tienen más labia que el mismo Julio Iglesias. ¿Por qué seré tan lento para esos menesteres?
—Bueno Pepe, siéntate ya y deja de molestar a la señorita.
—Cómo que molestar. ¿Le molesta lo que le digo, señorita?
—No, no se preocupe, pero mejor siéntese con sus amigos que lo han estado esperando desde hace rato. ¿Qué le sirvo?— Caramba, este tipo hasta me marea. Qué seguro es. Mejor me voy pronto de aquí, pues siento que pierdo el control.
—Pero no se vaya. Siéntese con nosotros y conversamos. ¿No hay por ahí alguien más que pueda atendernos?
—No, para nada. Yo estoy trabajando. Si me siento, me despiden del trabajo. ¿Usted me va a mantener? Mejor dígame qué le sirvo, por favor.
—Está bien, pero antes, hágame un favor, dígame su nombre.
—¿Para qué quiere saberlo?
—Pues es muy feo eso de estar diciendo shshsht shshsht, ey, ey o sonando los dedos, verdad. Así que mejor dígame su nombre.
—Ah bueno, si es por eso sí, me llamo Dalia.
—Oh, qué lindo nombre, Dalia.
—Si, es el nombre perfecto para usted, pues la dalia es la más hermosa de las flores. ¿Las conoce? — intervino Antonio, procurándose ganar algún espacio en la conversación
Oh no, contra dos no voy a poder, así que mejor me marcho de inmediato.
—Ay, disculpen pero... mejor dígame qué le sirvo, por favor.
—Dalia, una caña, por favor. Y disculpe nuestro comportamiento, pero no todos los días se ve algo tan hermoso como usted.
Uuuuy, mejor salgo corriendo, pues este tigre está sacando aún más garras.
—Muy bien, enseguida vuelvo.
—Es preciosa. ¿Ya la conocías?
—No. No tenía ni idea. Pero sí, es muy guapa y atractiva.
—Está no como Dios quiere, sino como yo quiero, pero bueno, y qué más, cómo estamos. ¡Qué gusto verlos!
A ver con qué sale ahora Antonio, pues desde que hablamos por teléfono que nos reuniríamos noté cierto interés. De plano algún favor me va a pedir. Seguro ya no se acuerda que cuando estuve fregado, fue incapaz de echarme una mano. Pero bueno, el mundo da vueltas. Ahora seré yo quien me haga el loco.
Estos dos siempre están compitiendo entre sí y aparentando ser grandes cuates, cuando en realidad es más por fuerza de costumbre que mera amistad que los tres nos reunimos. De lo contrario, nos reuniríamos cuando menos una vez al mes e incluiríamos a las esposas e hijos.
Ojalá pepe ya no se acuerde de su clavo aquel y que yo no le ayude en nada. Fui mala nota, pero es que estaba jodido ayudarlo. Ni tocar el tema. Debo disimular muy bien y entrarle suave para que me ayude ahora, pues desde ahí, donde está, seguro que puede echarme una gran mano. Y si es necesario, hasta le puedo ofrecer algunos cuantos pesos.
—Pues escuchen, amigos, me alegra mucho que estemos reunidos. La verdad, para mí, con toda honestidad, es muy agradable conversar con ustedes, aunque sean puras pendejadas.
—Pues sí, si de eso se trata. De reunirnos y pasarla bien. Y es que con ese mi chance me lleva la gran madre, pues tengo mucho qué hacer. Y sobre todo, hay que estar saliendo al interior, al campo, a supervisar que las obras se hagan bien y no se roben los materiales, trabajen rápido y en fin, está complicado, pero acá estamos.
Dalia vuelve y trae consigo la caña para Pepe y un trastecito con manías.
—Señores, están servidos. Dice al tiempo que agachándose coloca hábilmente la bebida y las manías sobre la pequeña mesa redonda en cuyo rededor aquellos se encuentran. Pepe no puede dejar pasar desapercibido un escote poco más abierto y profundo que cuando la vio la primera vez. ¿Será su imaginación?
—Muchas gracias, Dalia bella. Es usted un ángel.
—Salud pues.
—Salud amigos míos.
Salud. Y por enésima ocasión durante aquellas reuniones, Antonio intenta recitar el brindis del bohemio. Desafortunadamente, nunca lo ha aprendido bien, de tal suerte, simplemente hace una rima similar con palabras similares y entonación similar, por lo que su poema es entonces apenas levemente similar.
Como si dicho intento de poema fuera el silbato del árbitro en un partido de fútbol, la juerga principia.
Entre cañas y whiskeys, los tres amigos conversan y comentan acerca de
lo sucedido a cada uno durante los últimos meses, aunque debemos recordar que
también hacían aquella remembranza de las fantásticas anécdotas del viaje al
lago cuando estudiantes, del chiste nauseabundo que entonces narró una de las compañeras
de entonces, de la vez cuando Pepe se emborrachó tanto que se quedó dormido en
la banca y tantas otras.
A punto de pedir la tercera tanda de copas estaban cuando intempestivamente ingresaron a aquel bar de buena muerte elementos de la policía y del ministerio público y capturaron a Pepe, a quien sin más chistar, lo sacaron arrastrándolo del pelo y llevándoselo con rumbo desconocido.
Reunión de hombres...
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