Rebk!!!
Julio no se resistió, y aunque corriendo el riesgo de alguna denuncia por acoso, como es lo social hoy día, aunque como mucho, antinatural, se atrevió a hablarle en la tercera ocasión que la veía a las afueras de la iglesia.
Resultó ser ella una chica encantadora. De raíces y hasta costumbres similares a las de Julio. De hecho, también oriunda de algún pueblo lejano, desde el cual se vino dos meses atrás en procura de desarrollo. Vivía sola acá en un apartamento y no conocía mucha gente aún, pero buscaba empleo. Sencilla, conversadora, amigable y hasta diáfana a los ojos de aquel. Así me lo contó esa misma noche con inusitado brillo en sus ojos y un temblor en sus labios que hasta curiosidad me causó conocer a aquella singular mujer, la cual Julio no dejaba de citar como un ángel. Sin embargo, por X o Y no pude conocerla en esos días.
Así las cosas, me conformaba con escuchar a mi amigo embelesado con aquella, pero que no se atrevía a pasar de las conversaciones a las afueras de la iglesia y algún café inesperado cuando casualmente se encontraron en la cafetería del barrio. La legislación hoy día puede llevar a cualquier incauto por muchos rincones oscuros del sistema, y él lo sabía. Máxime que era ferviente y ardiente crítico del mismo en el país. Quizá por eso nuestra amistad, pues coincidíamos con la debacle que desde congreso se ha tejido durante años mediante leyes foráneas que nos imponen.
Un viernes, sin embargo, aquel me llamó temprano por teléfono para contarme que finalmente, la tarde anterior, se había atrevido a invitarla a salir, y que ella, más que dulce y sonriente, le respondió que llevaba un par de semanas esperando con ansias aquella invitación y que estaba encantadísima de ir con el a Antigua, como acordaron. Sería a la mañana siguiente, sábado.
El sábado precisamente volvió a llamarme como a las siete de la mañana. De inmediato pensé que habría cancelado la cita, sin embargo, Julio estaba contento. Había quedado de pasar por ella a las ocho de la mañana, por lo que ya se acicalaba para aquel ansiado encuentro. Incluso, me contó, había realizado doble faena de ejercicios antes, había tomado una ducha con agua fresca y una pastilla de zinc. Aún no comprendo por qué; yo solo se los cuento, chismoso que soy. Lo cierto es que estaba muy entusiasmado.
No volví a saber nada de él en todo el día, hasta cuando cerca de las diez de la noche del mismo sábado volvió a llamarme. Amigo, me dijo, todo perfecto. ¿Estará Claudia mañana contigo? ¿Nos gustaría llegar a tu casa mañana, a almorzar? Nosotros llevamos todo, no te preocupes. Quiero presentarte a Rebk.
Pues bueno, nos pusimos de acuerdo y llegaron y almorzamos y nos divertimos, más esto y lo otro, que sí, que no, que mañana, que quizás. Con Claudia nos esmeramos en atendernos y consentirnos los 4, aunque Rebk un tanto tímida, pero la verdad, la pasamos bien. Muy bien. Y ella, sí, muy guapa. Tal aquel me la había descrito.
La semana transcurrió sin mayor, y aunque conversé con aquel un par de veces, no me mencionó a la chica nuevamente. Asumí que por haber sido en horario de trabajo no lo hacía. Sin embargo, el viernes por la noche finalmente me confesó: vos, Rebk no me contesta el teléfono, fui a su apartamento y no hay nadie. Nadie abre. Y no sé nada de ella. ¿Qué opinas? ¿Voy a hospitales o a la policía a averiguar?
—No sé ni qué decirte, aunque suena bien eso de ir a la policía, en primer lugar. Y luego a hospitales, —le sugerí. Sin embargo, pensé sería mejor viniera él a casa y conversáramos. Entre tanto, hablé con Claudia. Ella sugirió llamar por teléfono a los hospitales cuando menos, en ese mismo momento, y que al otro día Julio fuera a la policía. Quizá también llamar a alguien en aquel pueblo, con la esperanza que alguien la conociera. Al final, dijo que mejor llegaría y nos acompañaría esa noche.
Unas vez los tres en casa y luego de llamar a varios hospitales sin obtener respuesta positiva, por fortuna, pues temíamos algún accidente, se nos ocurrió lo peor. Llamar a la misma morgue y a funerarias. Cada llamada era un suplicio, pues a pesar de ser necesario, ni por asomo queríamos obtener una respuesta positiva. Pero no, no había ni señas de alguna Rebk, un nombre extraño por demás, ni con el apellido: Del Pozo.
Cerramos la noche habiendo acordado que aquel y yo iríamos temprano a la estación de policía cercana al apartamento de aquella. Y así lo hicimos. Al filo de las 7 de la mañana estábamos ahí.
—Permítame su DPI, —indicó el agente sentado al escritorio. Corroboró el documento en el monitor de la PC y se levantó de su silla. Regresó con dos agentes. —Señor Julio Serranato, está usted detenido por acoso y maltrato a la mujer. Ya que viene con su amigo, entréguele a él sus pertenencias, antes que lo traslademos a la torre de tribunales, por favor. Y llame a su abogado.
Continuará...
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