El Tiempo
Esta mañana de otoño me parece que el tiempo, aunque siempre inexorable, fluye más despacio que de costumbre. Más calmo. Más sereno.
Siento que fluye inexorable, inexorable como las blancas olas de espuma blanca, las nubes del mar, a la distancia, cuando una tras otra, y tras otra y tras otra y tras otra, se acercan a la orilla para desvanecerse en la nada.
Siento que fluye calmo como las hojas de cien colores verdes, cien anaranjados y cien ocres que el viento toma de las copas, mece y finalmente posa junto a cien mil hojas de mil colores de cien árboles, desapareciendo todos y creando otro.
Siento que fluye sereno como las aguas del diáfano riachuelo que entre guijarros de cien grises y cien marrones serpentea adormecido por el encanto de la distante mar que le embruja y le atrae para arrullarlo entre sus aguas y finalmente hacerlo suyo.
Siento un tiempo nuevo. Un nuevo tiempo que, gustoso, recorre deleitándose en cada segundo que transcurre.
No es un alocado tic tac, tic tac, tic tac, ni mucho menos un aburrido dong, dong, dong, ¿Qué va! todo lo contrario, es un tic; y luego otro tic; y luego otro. Así, calmo, lento. De uno en uno.
Lástima
que no tenga yo tiempo para sentir más del transcurrir de ese tiempo.
Me hizo sentir el tiempo calmo y la naturaleza, que si no la apreciamos, se nos va como agua entre los dedos.
ResponderEliminarMe induce a deleitar de cada segundo de la vida
ResponderEliminar