De izquierda a derecha!!!


El clima de cielo cenizo, llovizna, humedad y frío, de invierno tropical, que al igual que 25 años atrás nos azotó como Mitch y ahora lo hace como Pilar, inconscientemente me ha arrastrado desde la ciudad hasta acá, a las orillas del pacífico. Al escondido recoveco entre manglares donde guardo a María Bonita, esa lancha de maderas añejas que cerca de 50 años atrás construimos de un enorme y frondoso manglar que los fuertes vientos del Fifi derribaron en las inmediaciones.

Me embarcaré en ella, en María Bonita, y luego de bordear algunos recovecos y bancos de arena a través del canal y del estero, con cientos de pelícanos, garzas y chorlos en el horizonte, que inquietos con mi asomo escaparán alzándose en magnifico vuelo de parvada hacia los aires, cuando finalmente asome a la bocabarra, podré enfilar hacia el sol hasta su ocaso. Quizá alguna gaviota me acompañe, aunque solo será con la intención de arrancarme un trozo de vida.

Entre tanto, remo en mano, ahora derecha ahora izquierda, avanzo. Me alejo y me acerco.

Me alejo del ordenador, del libro, de la taza de café. De la suave almohada que acaricia mi cabeza pero también del desgarrador tránsito vehicular de la ciudad, pero sobre todo, me alejo de ese poco confortable clima de invierno que me ha arrastrado a este sueño, pero que, a la vez espero, me obligue a regresar y no llegue a la pesadilla que seguramente implica eso de ir en pos del sol en el ocaso, que aunque poético, ha de ser una mierda. Lo sabré.

Por fortuna, desde la bocabarra finalmente puedo ver en lontananza que las olas se las ha tragado la marea, y enfilar hacia el sol no me exigirá más que llevar mi remo de derecha a izquierda continuamente.

La mar es calma, pacífica, como cuando seguramente la vio aquel allá, desde 80 kilómetros más o menos, sobre la cordillera del Chucunaque, 500 y pico de años atrás.

Ya no escucho graznidos y menos aún los ladridos de los chuchos que me acompañaron asediándome desde las orillas 500 metros atrás. Ahora es el agua contra la canoa; aunque mejor es decir: la canoa contra el agua, pues esta, bajo mi mando, somos quienes incursionamos en propiedad ajena. Propiedad de la naturaleza. La única, aún; pues pronto seguramente ya no podré hacer esto. El mar, la mar o como se quiera, esa vastedad de magia, alguien se la apropiará, y nos la vedará. Entre tanto, hago como que no pensé lo que he pensado, y continúo. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

El sol aún se ve distante.



Comentarios

  1. Que magnifico relato, hermosa descripcion. GRACIAS por lo qu escribe me encanta leerte

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