Violetas!!!
La luna apenas elevándose y las estrellas parpadeando contribuyeron sin duda. Le cantaba a ella, al amor, a la vida, a los pájaros y a las flores, elevando siempre su voz cuando la nombraba a ella y disminuyéndola cuando era a la dulzura del amor, a la alegría de la vida, al canto de los pájaros y al encanto de las flores, para luego elevarla nuevamente en tanto pronunciaba otra vez su nombre.
Ella, embelesada, lo escuchaba como se escucha a un ruiseñor, a la lluvia estruendosa, a la mar misma, pues aquel, el que cantaba, era todo un tenor que le cantaba al amor de su vida. Lo hacia bajo la luz cálida de aquella luna que parecía también entretenida y admirada con aquella voz, y el chisperío de blancas estrellas colgando del manto oscuro, desde donde algunas se desprendían en ese instante para recorrer fugaces el firmamento, llevándose con ellas los suspiros de aquella dama. Los faroles del siglo antepasado a orillas de la estrecha vía de Martelli, apenas tres, cuatro pasos atrás de la Santa María del Fiore, con esfuerzo alumbraban el entorno, aunque justo lo necesario para que Marco, el acompañante, frotara delicadamente con su arco las cuerdas de su viola da braccio que acompañaban a aquella formidable voz de vientos intempestivos, violentos y seductores.
Las ventanas del barrio, una a una, fueron abriéndose, y en ellas empezaron a asomarse las cien o más florentinas que ahí vivían, para contemplar, admirar y deleitarse con aquella estampa. Soñando todas ser merecedoras de aquel encanto de canto, en tanto sorbían menudos tragos desde copas de cristal algún maduro chianti de la soleada Toscana.
Fue también justo cuando se abrió la ventana al lado del balcón de aquella dama embelesada, y desde donde asomo Violeta, quien al escuchar allá abajo, entre las tenues luces, a su romántico Vittorio, espetó —¡Vittorio, amore mío! — Y aquel, con el rugido de un león, respondió, acompañado por las cuerdas de la viola —Violeta de mis amores!!!
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