Mandarinas con olor a tí!
La grama, aún fresca con el rocío de la mañana, humedecía y refrescaba nuestros pies descalzos. En tanto cuidando no resbalar y caer, y estirando nuestro cuerpo y de puntillas, procurábamos cortar alguna de aquellas frescas y hermosas mandarinas casi al alcance de nuestra mano para complementar el café y el croisant que dos minutos atrás habías dispuesto primorosamente sobre aquella mesita que tanto te gustaba, en la esquina, donde pronto tomaríamos el desayuno. ¿Recuerdas?
Tú, con tu blanco vestido de algodón y tus cabellos dorados flotando entre nuestra alegría, rayos de sol y aromas de la tierra, la grama y los verdes, viven siempre conmigo. Fue una mañana maravillosa. Así dijiste tú antes que, sorpresivamente pero por demás fantástico para mí, posarás tus labios en los míos y suavemente nos fundiéramos en aquel beso que de a poco nos arrastró hacia la húmeda grama, donde aquel vestido ya no te vestía, y te vestí entonces con mi cuerpo, con mis manos y con mis besos. Con mis caricias, y aunque sin aliento casi y exhalando tibios alientos, nuestros ojos se reflejaron en nuestras pupilas.
Instante mismo cuando las mandarinas, el café, el croisant y el mundo todo los pusimos a esperar. Solo nosotros nos dimos permiso, y nos fundimos en uno solo, amándonos ahí, en el medio del mundo, sobre la fresca y fría grama, como cuando adolescentes. Besar tu cuello, sus rededores y recorrer con mis labios tu piel trémula fue maravilloso. Como lo fue tantas veces. Tú sonrisa y el brillo de tus ojos me decían que sentías lo mismo.
Hoy, como siempre, como todo, ese nuevo vestido blanco te sienta bien. Te ves maravillosa, y aunque sin mandarinas, sin grama húmeda, sin café ni croisant, y lo más doloroso, sin beso, es la última vez que te veo, aunque sabes... las mandarinas siempre llevarán tu aroma.
Me encanta. Es romántico♡
ResponderEliminarTriste. La ultima vez...
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