La pluma del viejo!
Incansable, la pluma tomaba por un lado la mano arrugada de aquel viejo que de frente al ocaso se marchitaba, y del otro, en su punta, una hoja de papel en la cual plasmar los postreros sueños de aquel cuyas canas y arrugas empezaban a latir. Usaría para ello la tinta de sudores, lágrimas y sangre que del mismo viejo brotaban.
Pero sí, era la pluma quien tomaba la mano y la hoja de papel. Y ahora, tal aquel pez vela en las aguas del mar Caribe, sobre la corriente del golfo, frente a la Habana para ser preciso, en los 50´s del siglo pasado es protagonista inmortal, ahora la pluma también pretendía serlo.
Sí, ella pretendía ahora tener aquel protagonismo que justamente le ha correspondido a través de los tiempos de la humanidad, a pesar que siempre se le ha negado. Anhelaba ser reconocida por lo que era: la pluma. Y hasta aceptaba ser: la pluma del viejo, pero jamás algo como El viejo y la pluma. Ni por asomo. Intolerable desde todo punto de vista para ella, máxime en estos tiempos de libertad, de autoproclamación, de ser. De defender lo que se es, aunque no se sea, siendo suficiente con creer serlo.
Así, la pluma no estaba dispuesta a pasar más tiempo desapercibida. De hecho, quería alzarse con la fama, los honores y los laureles de aquellos mortales que creyéndose inmortales han gozado, cuando la realidad es que ha sido ella, la pluma, la inmortal, una vez vemos todos aquellos ya no están, en tanto ella, presente.
La pluma presume aún de alma vivaracha, de alegría y de libertad, máxime que no sufre de canas ni de arrugas, como tampoco de dolores ni quebrantos. Y sigue llevando multitud de manos a todos los rincones.
Ella ha tomado la mano arrugada y áspera de aquel viejo y la ha llevado incontables veces hasta papeles sobre los cuales la ha persuadido a trazar letras y palabras, una tras otra hasta formar oraciones y párrafos, cuentos y narrativas, e incluso capítulos de alguna noveleta, como la que ahora mismo plasma hilvanando letras, una tras otra, en otros papeles, cuando la mano de aquel viejo se deja guiar por sus sueños e ilusiones a bordo de un viejo tren.
La pluma lo ha llevado a visitar a la reina misma en su trono de oro cuando se confiesa ante el Papa, allá en Palacio Real, aunque con la gracia suprema de que lejos de escuchar aquellos pecados reales, esa mano los escribe y se los cuenta al mundo gracias a ella: la pluma. En otra oportunidad lo llevó allá, a las alturas de la Eiffel, donde aquel viejo, temeroso de las alturas, tuvo que esforzarse por centrarse en no mirar sino solo contar con ella lo que él veía. Y así, lo ha llevado y traído a innumerables sitios y momentos en el mundo y en la historia, incluso lo ha llevado a conversar con sus muertos, con quienes el viejo se entiende mejor que con sus vivos, pues hasta les redacta los diálogos, regaños y reclamos que aquellos le hacen. Por supuesto, los redacta entonces de alguna manera más dulces, menos toscos y exigentes, con lo que cuando se retira de la conversación, todos están contentos y sin culpas ni remordimientos. Principalmente él, el viejo, aunque gracias a ella, la pluma.
A pesar de tantas glorias, secretos, misterios y alegrías compartidas, esa misma pluma también llevó la mano de aquel viejo a describir la muerte de su mejor amigo en cierto momento: Emperador, aquel hermoso caballo blanco que fue mortalmente mordido por aquella alimaña rastrera del diablo que le incrustó sus colmillos sobre la cadera, allá, en la poza del río. De igual manera, lo ha llevado a la Taberna del Medio Cerro y tantos otros más.
Con tanto, la pluma exige, y con razón, su protagonismo en la vida, una vez sin ella, nadie más que aquel viejo conocería los rincones y momentos que, gracias a ella, ha podido dar a conocer al mundo.
Sabiéndolo a la perfección, cuando el reconocimiento filosófico dio lugar a la Sociedad de la Plumas Vivas, ella se dio finalmente por satisfecha. Teniendo entonces la certeza de que su principal misión es llevar de la mano a todo mortal presto hasta los confines de Universo, tanto a la última cena, con Judas al lado, como al íntimo aposento de la princesa que abre las puertas de su balcón a medianoche cuando aquel osado caballero lanza tres pequeñas piedras sobre su ventana, para tres horas después huir despavorido con el estruendo metálico de las espadas y guadañas detrás de él.
Hermoso cuento. El viejo y....la pluma
ResponderEliminarLa pluma te transporta,al mundo de la imaginación
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