La telaraña!!!
Sí, necesitaba una esperanza grande, cuando menos del doble del tamaño del tejido emocional como estaba.
Yo veía pasar cientos de ellas por los alrededores, arriba o abajo, entre las plantas en el jardín o entre las macetas en casa, saltaban dando grandes y altos brincos, pero ninguna de ellas era aquella mía que durante tantos años conservé con la ilusión de que algún día todo lo que ella representaba sería realidad. Sin embargo, a la postre, fue la realidad misma quien resultó siendo su verdugo. Y la mató o la dejó escapar, no lo sé; pero la esperanza, aquella esperanza con la cual casi creo haber nacido y con la que siempre crecí, mi esperanza, de la noche a la mañana se desvaneció.
Sí, se desvaneció ante un monstruoso e inesperado tsunami de realidad humana que intempestivamente y para nada anunciado y menos aún esperado me azotó apenas cuando empezaba a amanecer en este ocaso de mi vida.
Tsunami de realidad este que, con la furia de los siete mares, me ha llevado a repensar y a releer a los grandes derrotados por tal fenómeno para intentar descubrir entre sus letras, entre sus puntos y comas, entre sus espacios, algún indicio que me permita, lejos de la derrota que ellos sufrieron, someter a esa furia de realidad con la furia de alguna esperanza y, lejos de monstruoso tsunami, hacerla un plácido lago de aguas cristalinas que reflejen el verdor del bosque circundante, haciéndolo parecer a mi esperanza perdida.
Pero sin ella, sin la esperanza, no podrá ser. De tal, heme acá, prendido del techo en el rincón más alto de mi habitación, justo arriba de la ventana, tejiendo sentimientos, tejiendo preguntas, tejiendo respuestas, tejiendo dudas con la ilusión de capturar alguna esperanza que me permita continuar y recorrer con calma este último tramo de la vida, el ocaso.
Captivante, releído varias veces
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