Solo polvo!

 


Ignoro las razones por las cuales el cosmos, es decir, el universo y sus misterios, no cumplió con su parte del contrato de vida que signamos poco después del ocaso y poco antes de que la gardenia de plata que menguaba alcanzará los 15 grados sobre el horizonte, en julio de 1960, enviándome a su doncella, la muerte, a recogerme como habíamos acordado, cuando la bella catedral de las gárgolas crujiera bajo intenso fuego, carcomiéndola, y yo me encontrará en la cima de la vida.

Eso acordamos. Signado está que cuando aquella fuera cenizas, era el momento propicio y por demás, reitero, acordado, para que aquella, la otra, con su filosa guadaña de acero cortara de tajo mi ocaso y me llevase sobre sus espaldas o a rastras por el piso, enganchado con el pico al otro extremo de aquella, la tercera, de ser moderna y tenerlo.

Era, recuerdo con absoluta claridad, tal estaba asentado en aquel papel simple, sin sellos ni número de protocolo que la hizo de contrato: mi vida terminaría cuando me encontrará en la cúspide, aún con vigor y fuerzas para defenderme con garras y dientes de alguna juventud acéfala y su conducta carroñera, así como de plantarle cara a los mediocres güizachintles que simulan enarbolar el derecho y la justicia,, poniéndoles los puntos sobre la ies, y evitar así verme posteriormente arrastrado al fondo de la miseria humana, la inutilidad. El sentirme frustrado, incompleto y ajeno, o peor aún, saberme frustrado, incompleto y ajeno.

Rezaba aquel papel, y en letras grandes, que ella vendría por mí cuando yo fuera capaz de alcanzar con mis manos la luna y las estrellas. Cuando pudiera caminar por el planeta sin miedo ni preocupaciones. Y aunque nunca poderoso, aún fuerte y vigoroso. Sin embargo, no indicaba precisamente que cuando fuera feliz, pues de así haber sido, hubiera muerto en el mismísimo momento de nacer, en la luna menguante de aquel lluvioso julio de 1960.

Sin embargo, no. Nada se ha cumplido de su parte, con lo que resulta en un absoluto incumplimiento de contrato a todas luces. Empiezo a creer que ese documento fue redactado quizás por los mismos trúhanes de las empresas de internet o cable, con alguna letra pequeña que entonces no  vi desdecía lo que en letras grandes el mismo decía. O quizá lo agregaron después, sin yo enterarme gracias a alguna leonina cláusula que dictara podrían ellos, él, el universo, hacerlo a diestra y siniestra, concediéndome el plazo de 5 o 100 o 1000 días para rechazarla, a sabiendas que no siendo notificado, no me enteraría y por ende no podría nunca rechazarla. 

En fin, el derecho, el derecho y sus torceduras, al servicio de vándalos que impiden incluso cumplir con la muerte en el tiempo pactado. Sin duda, detrás están también agencias fiscales de recaudación de impuestos, a quienes aún hoy ha de frustrar no encontrar forma legal para que los muertos tributen, salvo a través de herencias, con lo que nuestra muerte si les útil, pero no tan conveniente financieramente como cuando vivos, una vez pueden esquilmarnos el último centavo por el gozo de un helado. De cualquier sabor.

Pero no solo el fisco; también esos merolicos en general, que con cada bocado de pan que logramos llevarnos a la boca, ellos llevan a su bolsillo la respectiva ganancia, lucrando así con nuestra vida.

Sin embargo, el pregón de la oferta del contrato, la promesa básica de su publicidad radicaba en ese ofrecimiento de muerte oportuno, en el mejor momento, como la mejor manera de morir. Una vez evitaba la depreciación que la misma vida tiene luego con el paso de los años, y aunque no por obsolescencia planeada, por inevitable obsolescencia.

Así, la promoción hacía énfasis en morir antes de que la vida perdiera su valor total, y con ello poder llevar a la tumba algún trozo de vida digna aún, que permitiera yacer en el ataúd con sonrisas y alegría dibujadas en el rostro para deleite de quienes abrieran su ventanita para curiosear. O para alegrarse y deleitarse, con lo que se les haría agua su fiesta.

Un trozo de vida, decían, que recordara cuando finalmente se estuviera allá, al otro lado de las ilusiones y las angustias, de las alegrías y los infortunios, que se estuvo acá, con los amigos, riendo y llorando, bebiendo y fumando, comiendo y amando, y tanto más, en vida; tal como nunca más allá, al otro lado, una vez no habrá boca, ni labios ni lengua ni ojos, e incluso quizá, tampoco muerte. Solo polvo.




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